lunes, 6 de septiembre de 2010

A rescatar la noción del mercado interno

César González Muñoz
Miércoles, 25 de agosto de 2010

En la euforia del ALCA, (Área de Libre Comercio de las Américas, ¿recuerdan?), que fue flor de un día, y después en el ardor del TLC con Estados Unidos, la primera administración Uribe alcanzó a sentenciar que el mercado interno colombiano estaba agotado y que por fuera del impulso de la demanda externa, no habría salvación. El debate público era patético: La mayoría de los economistas cercanos al gobierno se abstuvo de denunciar este contrasentido conceptual e histórico, y la defensa del mercado interno como fuente de prosperidad se convirtió en una suerte de subcultura; en el susurro de unos pocos en el andén mientras que la procesión cargaba en andas el TLC que, se llegó a decir, era el “verdadero plan de desarrollo que necesita Colombia”. Bueno, ya sabemos la suerte que ha corrido el acuerdo con Estados Unidos.

Nunca fue claro, en ese entonces, el vínculo entre el TLC, una rápida aceleración de las exportaciones colombianas y el alza del nivel de vida en Colombia. Las proyecciones eran intemporales. El azar histórico vino al rescate. Se produjo la gran expansión de la economía mundial y con ella vino un fuerte aumento de las exportaciones mineras y de hidrocarburos. La principal consecuencia de ello fue un alza de los ingresos fiscales. El gobierno nacional aceleró su gasto en programas asistenciales y resolvió darles “asistencia tributaria” a algunos sectores de propietarios. Así, a mediados de la década, las estadísticas del crecimiento del PIB colombiano fueron mucho mejores que las de los años horribles del cambio de siglo; pero la desocupación, la pobreza y la desigualdad se mantuvieron en cifras campeonas. En todo caso, el gobierno terminó constatando que el mercado interno está ahí, y que es posible moverlo, por ejemplo, a punta de gasto público deficitario.

Con el cambio de gobierno, la integración y el impulso del mercado interno volvieron a la agenda pública. Santos ve el campo, la infraestructura, la vivienda y la innovación como elementos generadores de empleo, crecimiento y prosperidad. Todos ellos apuntan al aprovechamiento de las dinámicas propias del mercado interno. Y está la quinta locomotora, la minería, proveedora de ingresos externos y principalmente, de ingresos fiscales. Nada de esto oculta una verdad central: La dinámica exportadora es condición indispensable de la expansión sostenible de la economía nacional en el largo plazo. Pero es cierto que, en las actuales condiciones, la única esperanza contra el desempleo y el rebusque está en desatar las energías de la demanda interna. Además, claro, la buena marcha de las “cinco locomotoras” ayuda de diversas maneras a poner sobre rieles el comercio exportador.

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