jueves, 9 de septiembre de 2010

¿Cómo vamos en el Meta? : Hambre o agrocombustibles

¿Cómo vamos en el Meta? : Hambre o agrocombustibles
05/01/2010 08:39:00 a.m. Emilio García Gutiérrez
El auge de los biocombustibles cuya finalidad es evitar las emisiones de gases contaminantes y
fectar el medio ambiente ha puesto a pensar sobre los reales efectos que pueda generar, a tal punto que la pregunta que surge es: ¿será mejor el remedio que la enfermedad?

La mayor preocupación es la amenaza que se posa sobre la producción de alimentos, lo que recientemente advirtió el asesor científico de Gran Bretaña John Beddington, así como el lógico encarecimiento de los mismos entre un 20 y 50% en los próximos años.

Aquellas ventajas medioambientales que genera la producción de biocombustibles también se
podría ver empañada por la tentación de reemplazar ecosistemas protegidos, bosques y zonas
húmedas por cultivos destinados a su producción.
Aunque no se desconocen los riesgos que trae la producción de energía a partir de la biomasa,
para el caso colombiano y en especial en el departamento del Meta, aunque el peligro no es que
se aleje, es más bien visto como una buena oportunidad.
Aurelio Suárez Montoya, representante de gremios del agro, afirma que el país tiene dos tareas:
Recuperar la soberanía y la seguridad alimentaria y dar un cambio radical de la política agropecuaria. Pero más allá explica que no es sólo la producción de biocombustibles sino la dependencia que desde hace 10 años padece Colombia de importar el 50% de las proteínas, grasas, cereales... Además la disparada de los precios del petróleo que han llevado a un incremento de los insumos básicos, para los cultivos, y la mayor demanda de productos de India y China lo que han generado esa carestía.

“Colombia tiene que entrar en un cambio radical de la política agropecuaria y pasar de la especialización de productos tropicales. Es necesario incentivar a los agricultores, con recursos, apoyo técnico y asistencia para que cultiven soya, sorgo, trigo, maíz y arroz”, esto, explica como forma de preservar la soberanía y la seguridad alimentaria.

Por lo visto, ha empezado una nueva guerra en el mundo. Una guerra provocada por el hambre. En muchos países no hay pan. Los noticieros de televisión no hablan de eso, pero tanto en el 2008 como en el 2009 se presentaron disturbios en Haití, Mauritania, Camerún, Etiopía, Indonesia, Egipto, Marruecos, Costa de Marfil, Senegal, Madagascar, Filipinas y unos 30 países más. En Pakistán y Tailandia, los ejércitos cuidan los cultivos y los depósitos de alimentos. En Jordania, estallaron revueltas por el pan en el sur.


Los disturbios y la desesperación por la escasez de pan en Egipto dejaron 20 muertos, y gente
asfixiada o apuñalada al tratar de colarse en las filas para comprar pan subsidiado por el gobierno, que es el único que pueden comprar los pobres. Hoy, los muertos pasan de 50. Más de la mitad de las familias se levantan cada día sin saber a ciencia cierta si lograrán conseguir un trozo de pan (caso similar se presenta en las comunas 3, 4, 5 y 8 de Villavicencio).
El director de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación - FAO-, Jacques Diouf, advirtió que el alza mundial de los precios no solo ha afectado el pan sino a otros alimentos; esto podría tener un impacto devastador en la seguridad de muchos pueblos. El director del Fondo Monetario Internacional -FMI-, fue más pesimista. "En lo que se refiere a
os motines por el hambre, lo peor está por venir. Todo esto es extremadamente grave" dijo. Para él, la actual crisis conlleva "riesgos de guerra".
Los datos asustan. Según la FAO, en los últimos diez meses, los alimentos en el mundo se han encarecido un 45 por ciento. Entre el 2007 y el 2008, el trigo se disparó 130 por ciento. Los cereales han subido 41 por ciento. Los aceites vegetales, 60 por ciento, y los productos lácteos, 83 por ciento. El arroz hace parte fundamental de la dieta de 3 mil millones de personas. Este año, en un solo día, subió 10 por ciento y en las últimas dos semanas, el 50 por ciento. Ni siquiera en épocas de guerra había estado tan caro.
"Estamos en presencia de un fenómeno global, grave y sin precedentes", dice un estudio elaborado conjuntamente por la ONU y el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo. Según la FAO, las causas son muchas: la oferta de alimentos se ha visto impactada por el alza del precio del petróleo. Este año, se ha negociado a más de 60 dólares el barril.
También ha influido la creciente demanda de materias primas proveniente de Asia y la expansión del mercado de biocombustibles, que ha llevado a que algunos vegetales como el maíz o la caña de azúcar se usen para producir energía en vez de alimentos (esta es la brillante estrategia para la Altillanura del Río Meta) .

Moisés Naim, editor de la revista Foreign Policy, piensa que el problema tiene que ver, sobre todo, con el arroz, pero también con el petróleo. Esto hace que también influya el costo de los fletes marítimos. Naim atribuye la crisis, entre otros factores, al pánico que se está desatando en el mundo ante un posible desabastecimiento. Los países importadores de arroz aumentaron drásticamente sus compras. Y los productores, preocupados por no dejar a su población sin arroz, limitaron sus exportaciones. La combinación de compras nerviosas de arroz y el
acaparamiento preventivo llevó los precios a la estratosfera. El alza en los fletes también causa miedo. Los fletes de transporte desde Estados Unidos a los puertos de la Costa Atlántica, en Colombia, incrementaron sus precios en casi el 100 por ciento el último año. En los puertos del Pacífico se duplicaron, al pasar de 31 a 64 dólares por tonelada.

Los periódicos del mundo advirtieron esta semana que el problema no es solo el arroz. Es el precio de la comida en general. Esto afecta a todos, pero en especial a los más pobres. El hambre generalizada está volviendo a formar parte de la vida diaria de millones de africanos. Ahora, en vez de afectar a poblaciones rurales y aisladas, está afectando también a las ciudades. En Argentina, donde la carne es tan importante como el pan en Egipto o el arroz en Asia, hay carestía de carne. Según la CEPAL, en América Latina y el Caribe el alza de los precios internacionales de los alimentos está castigando con especial dureza a las gentes más pobres.
Las tendencias indican que dentro de poco tiempo habrá en Latinoamérica 15 millones
700 mil indigentes más por causa de estas alzas. A los problemas endiablados del mercado, hay que agregar otros factores que están afectando la producción de alimentos. Uno nuevo es el cambio climático. La producción de arroz en Asia ha bajado por los ciclos irregulares de sequías y lluvias torrenciales. Los cambios de temperatura han engendrado nuevas plagas. Los precios de los pesticidas, lo mismo que los fertilizantes, también se han disparado por las alzas en el petróleo. Su alto precio está empujando a muchos países a producir biocombustibles. Esto ha hecho que para los agricultores ahora resulte más lucrativo producir maíz para llenar los tanques de los automóviles que para llenar los estómagos de los humanos.

En América, el aumento del precio del maíz está estimulando la demanda y los precios de otros cereales y ha producido protestas callejeras en México. Allí, el año pasado, el precio de la tortilla se multiplicó por cuatro. México, el país del maíz, ya no logra abastecerse de ese grano. El TLC quebró a miles de pequeños y medianos cultivadores (situación esperada y deseada por el Gobierno nacional en Colombia y el respectivo Ministro de Agricultura) . En América Central, el valor del maíz se ha duplicado. Y el precio de los granos, otro producto básico, ha alcanzado niveles nunca vistos debido a las malas condiciones del clima. Los casos más graves se han presentado en Nicaragua y El Salvador. El precio de la tortilla subió 54 por ciento el último año.

Colombia tampoco puede ya producir el maíz que necesita para alimentar a su gente. Durante el 2007 importó un total de 3 millones 200 mil toneladas, 80 mil más que en 2006. Este año, el precio del maíz pasó de 153,61 dólares por tonelada a 237 dólares. Frente a esta situación, el gobierno nacional debió reducir los aranceles al 30 por ciento. En abril autorizó la importación de 47 mil toneladas más sin pagar arancel.
Pedirle compasión al mercado es como pedirle clemencia a una tempestad (es mas fácil obtener
rebaja en el pasaje en buseta ). El director de la FAO advirtió el anterior fin de semana que los gobiernos no pueden confiar en las fuerzas del mercado para contrarrestar la subida de los precios de los alimentos, y dijo que se requerirá una clara voluntad política para aumentar la producción del campo. También recomendó impulsar la agricultura familiar para reducir a mediano plazo la crisis de alimentos en América Latina.
Colombia tiene miles y miles de hectáreas de tierras donde puede sembrar alimentos y millones de brazos de gente sin trabajo, amenazada por el hambre. El departamento del Meta hace un uso inadecuado de sus tierras cultivables y prefiere la ineficiencia en la producción , privilegiando modelos de explotación del siglo XVIII y no la ciencia y la innovación tecnológica.
Como un habitante más de mi país, pienso que debemos dedicar esa tierra y esos brazos en forma urgente a sembrar alimentos. Y que nuestro gobierno haga lo mismo que hacen los países ricos con sus agricultores, con TLC o sin TLC: darles créditos, incentivos y subsidios. Y a los campesinos, darles tierra y apoyar la agricultura familiar para que los tiburones del mercado no se los traguen al primer bocado.

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