El café en el
Alto Ariari, la política para el agro y la crisis nacional en el Meta
Emilio García
Gutiérrez.
Catedratico. Villavicencio,
marzo 9 de 2013
El
poblamiento en el Alto Ariari de los primeros pobres
No había terminado la primera violencia en el país cuando
los cachiporros y godos de la época derrotados en
esta primera guerra llegaron a las tierras del Alto Ariari. La mayoría de ellos venían del sur del
Tolima, otros de Antioquia, de Santander y de la región Cundiboyacense. En su mayoría eran labriegos, hombres y
mujeres de campo que lo habían perdido todo y solo tenían una mujer, unos
barrigones llenos de lombrices, un perro flaco y una que otra escopeta.
Los acompañaba el “ángel de la guarda”, la cédula, el
carnet de liberal o conservador y la tierra en las uñas y en las orejas. Tenían una gran verraquera y ganas de
trabajar y así se fueron enfrentando al Ariari, a la noche, a los animales y al
monte. A golpe de hacha y machete fueron
abriendo trocha y conociendo a otros pobladores que venían del Sumapaz y así
revueltos “fundaron” San Luis de Cubarral, El Dorado y El Castillo. Más tarde los caciques de los partidos
tradicionales dieron las órdenes y se fueron nuevamente enardeciendo los ánimos
y se fueron quedando en el Alto Ariari, separados, sin puente y sin amistad,
anticipándose a la salsa del Grupo Niche… del puente para allá.
Estos campesinos pobres desde de la década del sesenta
hasta hoy en día con más ganas que apoyo del Estado colombiano, han sembrado y ensayado con la piscicultura,
los frutales, el plátano, la maracachafa, el cacao, y el café. Solamente con el café y el cacao y una que
otra “bicha” han aguantado las aperturas económicas del sistema, la violencia
indiscriminada (de legales e ilegales), la roya y la broca del café (traída por
la Federación). Con el “pepeo” de estas
dos especies han aguantado, levantado hijos para la vida y dicen los entendidos que han hecho Patria.
En Colombia y también el Alto Ariari, en los 80 y
noventa, se desgranaba el rojo grano
entre los ágiles dedos, muy distintos a los de ahora en que se nos desgranan
las lágrimas. Era un rito descerezar, secar, despasillar. De allí salían la recua de mulas o los “Carpati o los Willis “los domingos, silbando "me
voy pal pueblo, hoy es mi día"... Hoy, tristemente, el Gobierno nacional
cambio la letra y los campesinos pobres dicen en otros lados: “me voy pal paro”.
Durante el siglo XX, el progreso económico social de los municipios cafeteros (en el
occidente y la zona cafetera) se logró de la mano de la misma Federación
Nacional de Cafeteros, buena parte con plata de los cafeteros. Vías terciarias,
programas de sanidad de la población, escuelas, entre muchas otras actividades
sociales y productivas lideradas por el gremio. Hoy son 500.000 caficultores
(sin contar los del Meta y Casanare) a
los que no se les puede voltear la hoja, pues eso trae graves consecuencias
sociales.
El café del
Meta en el 2011
Mientras continúa el paro cafetero en todo el país, en
el departamento del Meta para el año 2011 se cultivaron 226.889
hectáreas en cultivos permanentes, semipermanentes y anuales, figurando como
cultivos más representativos la palma de aceite, el plátano, la yuca, el café,
el cacao, el caucho y los cítricos (Gobernación del Meta, evaluaciones
agropecuarias. Informe de coyuntura año 2011 pp. 79, 87). Para este año se
informa que existen 3.562 hectáreas sembradas en café pero solamente 2.578
hectáreas en producción con una
producción de 3.209 toneladas de café.
Esta producción de café se realiza en un ambiente de
hambre y desolación, de desempleo y desesperanza. Y, claro, de rabia e
inconformismo con las políticas oficiales que los han vuelto miserables.
Trabajan a pérdida en diez y ocho municipios del Meta. Las 2.578 hectáreas en producción, se concentran
(2.310 hectáreas el 90%) en Lejanías 800
hectáreas, 625 en Cubarral, 500 en Mesetas, 200 en El Castillo, 95 en El dorado
y 90 en San Juan de Arama (Gobernación
del Meta, evaluaciones agropecuarias. Informe de coyuntura año 2011p. 103), con
unos costos de producción de $3.675.300(Gobernación del Meta p. 196). Según
esta fuente la utilidad bruta por hectárea en café en el
Meta es de $ -1.927.200.
(Como la ven).
En un estudio realizado con la población cafetera de los
municipios de Cubarral, El Castillo, Lejanías y Mesetas (García Gutiérrez,
Emilio; Sandra Nayibe Rodríguez; Norma Piedad Vergara y Manuel Ostos Triana. “Producción y comercialización de café en
el alto Ariari”) se encontró que:
*El ingreso de los productores proviene en un 50.2% por
la venta de la producción agrícola; en el 24.3% por la cría de animales; en un
8.45% por la venta de ganado porcino y vacuno; en un 7.2% por la venta de leche
y huevos; en un 1.3% por la venta de productos de la huerta casera y un 8.6% de
otros.
*Un 72.5% de los “caficultores” de estos municipios
poseen energía eléctrica; el 70% servicio de acueducto; el 59% tienen algún
servicio de alcantarillado y el 23% no poseen servicios.
*El 80% de los campesinos encuestados han cursado 5 años
de primaria y un 20% son analfabetas funcionales. El 79% de los caficultores son propietarios y el 21% arrendatarios.
*El 95% vende la cosecha al contado y el 5% a crédito; el
80% de los “caficultores” venden a los intermediarios, el 10% a la Cooperativa
de Caficultores y el 10% a otros.
*En opinión de los productores las mayores dificultades
que se presentan en el cultivo son: transporte y mercadeo el 50%; sostenimiento
del cultivo el 15%; recolección el 10%, el beneficio el 15% y los factores
climáticos el 10%.
Como se aprecia los cafeteros del Meta se encuentran en
la hoya, mientras en el debate en torno al paro,” la tecnocracia neoliberal
–que no se gana la vida en el agro ni en la industria sino en la intermediación
financiera– dice que los cafeteros, y resalta a los empresarios, son unos
incompetentes que abusan del respaldo oficial. Varias cosas silencian: el
problema del café no es sectorial sino nacional, las transferencias de los
caficultores al país han sido mayúsculas, la ruina de hoy obedece a una
revaluación que ningún esfuerzo personal puede remontar y los cultivos
permanentes en crisis terminan por apresar en la sin salida a sus propietarios”…
(“Para entender el paro cafetero y cacaotero” Jorge Enrique Robledo).
Una más. Estos pequeños y pobres productores de café del
Alto Ariari reciben palmaditas en la
espalda y el cobro de peajes o
vacuna o contribuciones para las fuerzas ilegales allí establecidas (Farc,
Bacrim, paramilitares). Mientras tanto las decisiones que pueden resolver el
problema recaen sobre la cabeza de tres personajes: “el Presidente y sus
ministros de Hacienda y Agricultura, grandes beneficiarios de las otrora
bonanzas cafeteras; Cárdenas en su calidad de hijo del zar del café Jorge
Cárdenas Gutiérrez con los jugosos salarios de su padre dispuso de una
excelente educación que incluyó la universidad Californiana de Berkeley,
seguramente los clubes y los viajes por Europa no le dieron tiempo para un
paseo de olla al rio, ni una cabalgata por las fincas cafeteras; Restrepo
disfrutó de la burocracia cafetera como su representante en Londres y luego
gerente comercial y Santos vivió como un príncipe durante nueve años en Londres
como representante de Colombia ante la Organización Internacional del Café. Los
tres desde posiciones en que se han moldeado las políticas económicas del país
se casaron con el libre comercio y han apoyado la suscripción de Tratados
comerciales con las grandes potencias económicas y la vulneración de la producción
agropecuaria e industrial de Colombia” (Cría Cuervos y te dejaran en la ruina, Libardo
Gómez Sánchez, Diario del Huila, Neiva, marzo 4 de 2013).
La crisis
nacional del café en el 2013
La trascendencia de la economía cafetera ha sido de tal
magnitud que en alguna época se decía que Colombia era un país mono cultivador
y mono exportador, queriendo indicar la importancia que para el país tenía y
sigue teniendo el café. Para todos, especialmente los directamente comprometidos en el tema, sería
muy conveniente, para conocer la
historia y no ser obligados a repetirla, estudiar la obra de Charles W.
Bergquist “Café y conflicto en Colombia, 1886-1910 – La Guerra de los Mil Días:
Sus antecedentes y consecuencias”.
En alguna parte de su obra Bergquist analiza la caída de
los precios del café en 1896 y cómo con ella se van afectando los ingresos en
divisas de todos los colombianos y los ingresos aduaneros del Gobierno. Refiere
Bergquist, cómo los cafeteros culpan al “gobierno de la baja económica y
utilizan los medios pacíficos a su disposición
para cambiar los sistemas fiscales y políticos”, medios pacíficos,
resalto. “O tiempos o costumbres”, decía Cicerón (El paro cafetero Luis Pinilla
Pinilla, En: Vanguardia Liberal. Marzo 7 de 2013).
Fue también el producto que en la segunda mitad del siglo
XIX le dio salida al capital comercial acumulado en el negocio del oro, la
quina, el añil y el tabaco, a través de la creación de haciendas cafeteras y el
montaje de las primeras industrias en este milenio. De otra parte, puede
decirse que el café, así como generó en algunas regiones una democratización
del acceso a la propiedad rural, en otros ayudó a consolidar el latifundio y
relaciones de producción atrasadas basadas en instituciones coloniales. Además
de esto, en la economía cafetera se formaron muchos líderes políticos y
empresarios que tuvieron gran importancia en el desarrollo del país, a fines
del siglo XIX y primeras décadas del xx (Absalón Machado C. “El café en
Colombia a principios del siglo XX”. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Económicas, 22 pp).
La economía cafetera recibió su golpe más duro en los
80’s cuando se rompió el pacto Internacional del Café y de un sistema de cuotas
acordadas con los países consumidores se pasó a la más salvaje competencia
entre productores.
El Gobierno siguiendo las líneas del Consenso de
Washington, privilegió las “locomotoras” mineras y energéticas, a las que se
les destina más del cuarenta y dos por ciento de los presupuestos públicos y
privados, al tiempo que la agricultura obtiene un dos por ciento. Asimismo, la
revaluación, tal como lo han señalado estudiosos del tema, les quita a los
caficultores el cuarenta por ciento del precio de venta del café en dólares. Y
como si esto fuera poco, la misma revaluación afecta la industria y el agro
nacionales. (El triste café colombiano,
Reinaldo Spitaletta, El Espectador, marzo 5 de 2013).
La Federación Nacional de Cafeteros a pesar de esta
situación nunca se adaptó. Los sacrificios que le pidió a los cultivadores
nunca los asumió, mantuvieron una costosa nómina, oficinas lujosas, gastos de
representación en el exterior elevados y una burocracia endogámica que no se
renovó y que tomó medidas improvisadas en sus programas de sustitución de cultivos
como el cardamomo y el maracuyá, que llevó a la quiebra a numerosos campesinos
(La Silla Vacía info@lasillavacia.com, Martes 5 de
marzo de 2013. “Un café saludable y una Federación enferma “Rodrigo Rojas Orozco). Para completar el
cuadro, Colombia tiene las tasas de interés activas más altas del mundo, hoy la
tasa de usura supera el 30% efectivo anual y el gobierno no las baja a pesar de
que la tasa del Banco de La República es de 3.75%.
Los problemas que hoy enfrenta la caficultura colombiana
no son solo de carácter coyuntural. Es decir, no se deben únicamente a la
revaluación del peso –que sin duda es un tema grave- sino que tienen un
componente estructural muy grande.
Economistas –entre ellos César Vallejo y Carlos Gustavo
Cano– señalan que la pérdida de la importancia económica de la caficultura en
Colombia, tanto en el contexto nacional como en el internacional, se explica,
principalmente, por la caída de la productividad; la lentitud de los procesos para
adoptar nuevas tecnologías y variedades resistentes a las plagas, en especial
la roya; y la baja fertilización, entre otros factores.
Jorge Humberto Botero, exministro de Comercio, señala
que dentro de los problemas
estructurales del sector se encuentran también el encarecimiento de las
tierras, el cambio climático, el aumento del salario mínimo y el exceso de
intervención del mercado por parte de la Federación.
El estudio que lideraron los codirectores del Banco de la
República critica el papel de la Federación en el actual contexto de la
economía mundial y plantea que la institucionalidad colombiana ha
desaprovechado el actual esquema de libre comercio del grano para recuperar la
productividad y las exportaciones. Varios analistas sostienen que la
caficultura colombiana no tiene la flexibilidad necesaria para moverse en un
mercado libre como el actual, del que otros países como Brasil han sacado
provecho.
En esa que podemos denominar perversa conspiración se han
juntado elementos como una caída cercana al 50% en el precio internacional en dólares
durante el último año; la década de revaluación del peso frente al dólar que
les robó otro 30% del precio en pesos; desplome de los volúmenes de producción
sin solución a la vista calculado en casi un 40% de la capacidad productiva nacional
(de 13 a 8 millones de sacos año); deterioro estructural de los suelos y
aumento desbordado de los costos de producción. La situación se ha tornado tan
dramática, que muchos productores gastaron más dinero en la sola actividad de recolectar
la cosecha de fin del año 2012 que el que recibieron por la venta de su grano.
Es decir, perdieron en la cosecha y adicionalmente todo lo invertido en el
sostenimiento del cultivo, sin contar la nula rentabilidad del capital
invertido (Jorge Gómez Gallego, Diputado del PDA a la Asamblea Departamental de
Antioquia).
Pero los lloriqueos no terminan allí, solo empiezan.
Veamos. ¿Tenemos el mejor café del mundo? o eso es puro cuento. Si es así,
cambiemos de modelo. No exportemos ni un bulto más de café verde, procesémoslo,
agreguémosle valor y exportemos producto terminado. ¿Cómo queremos tener
resultados diferentes si seguimos haciendo lo mismo?
Un producto malo con buen mercadeo tiene posibilidades en
el mercado; pero uno bueno sin mercadeo tiene asegurado el fracaso (Richard
Probst Bruce, marzo 5 de 2013).
A la crisis de la caficultura se le está dando un enfoque
demasiado economicista, quizá para ocultar sus verdaderos males. El asunto es
de carácter estructural. El modelo o sistema actual de producción es
absolutamente inviable desde el punto de vista social, económico y ambiental.
Una alternativa que ha permitido a otros países penetrar nuevos mercados y
generar bienestar es el renglón de los cafés especiales donde se destacan los ecológicos
y sociales como los certificados en comercio justo.
En Colombia, este subsector registra crecimientos del 28%
anual desde hace una década y aporta 268 millones de dólares a las economías
regionales con una activa participación de organizaciones étnicas (El Dorado y Altos del Cafre en Mesetas, en el
Meta) . Estamos muy lejos de otras
naciones con menor tradición cafetera como Perú, Guatemala, Indonesia y Uganda
que cada día nos ganan terreno en los mercados diferenciados. Federacafé se
resiste a entender esta realidad, llegando a afirmar contra toda evidencia que
la caficultura orgánica no es rentable (Enrique Machado, marzo 5 de 2013).
Producir hoy una carga de café de 125 kilos, con los
supervalorizados pesos colombianos, cuesta en promedio $ 750.000 pesos,
mientras el precio, fijado mediante la tenebrosa combinación del precio externo
con la tasa de cambio, no pasa de $ 550.000. Desde luego, como aconsejan los
funcionarios del gobierno y la Federación de Cafeteros, sería muy positivo
aumentar la productividad de los cafetales, bastante menor que la que registran
nuestros principales competidores; pero eso choca con dos barreras enormes: la
primera, el tipo de terreno en el que se hayan plantados los arbustos de la
rubiácea colombiana, laderas de naturaleza abisal; en segundo término, la
diminuta extensión de las unidades productivas que no permiten obtener las
llamadas economías de escala. El tamaño promedio nacional de un cafetal llega escasamente a 1.4
hectáreas y el 95% de las 550.000 fincas
cafeteras son menores de 5 hectáreas
Dicho lo anterior, considero legítimo el motivo del paro
que hoy adelanta Dignidad Cafetera. Este no es uno de esos paros que sólo
empujan los mezquinos intereses de algún pequeño grupo de presión. Tampoco es un paro movido por
intereses políticos. Este es un paro de
550.000 empresarios, grandes, pequeños y medianos, dueños de sus medios de
producción y generadores de cuatro millones de empleos, que por primera vez en
la historia se ven obligados a movilizarse en masa para defender su
supervivencia ante los monstruosos daños que el aparato productivo colombiano
está sufriendo por un mal modelo económico (“Somos café .Emilio Sardi, El País,
Cali, marzo 6 de 2013).
El gobierno ya ha ofrecido y finalmente se llegará al
establecimiento de un subsidio para la producción cafetera. Este es necesario
hoy, como medida de urgencia, pero no es deseable mantenerlo a largo plazo.
De hacerlo, ¿cuál sería la razón para no darles subsidios
a los demás sectores productivos? ¿Que no hacen paros? No. Este paro es
importante porque le demuestra a Colombia la necesidad de establecer un modelo
económico lógico, libre de ideologías y de imposiciones extranjeras, con el que
recupere el empleo y la soberanía sobre su moneda y sobre sus fronteras. Si
esto se logra, el paro se habrá justificado (“Café amargo y cerrero” Jorge
Gómez Gallego, Diputado a la Asamblea Departamental de Antioquia por el Polo
democrático alternativo-PDA-. Medellín, febrero 14 de 2013).
Tienen razón los cafeteros en exigir al gobierno nacional
la fijación de un precio mínimo de sustentación de $ 800.000 por carga y la
adopción de una serie de medidas complementarias como crédito de fomento,
control de precios y subsidio para los insumos. Solo así se podrá mantener a
flote una actividad de la que depende, de manera directa o indirecta, cerca del
10% de la población colombiana. Y esa razón es respaldada con una medida de
fuerza que merece el apoyo de la inmensa mayoría de los colombianos: el paro
cívico nacional cafetero del 25 de febrero.
Hay que actuar rápido porque al paso que va, la
caficultura podría desaparecer. Algo gravísimo, pues a pesar de que el café
cada vez pesa menos en la economía colombiana, sigue siendo vital y estratégico
en la vida del país. Su impacto social es innegable, pues genera uno de cada
tres empleos rurales, ocupa a 550.000 familias y se estima que 2 millones de
personas viven directamente de la producción de este cultivo. Estas cifras
explican por qué las preocupaciones de los cafeteros terminan siendo las de
todos los colombianos.
La crisis cafetera es grave, el sector lleva del bulto.
El precio del café se desplomó un 30 por ciento, la cosecha cayó, los insumos
subieron, los créditos no dan espera y
el Banco esperando como el caimán (con la jeta abierta). Toca hacer esfuerzos
en favor de miles de familias, como mantener un justo precio de sustentación,
no menor de $800 mil por carga de café o
reducir las importaciones. Algo, como una especie de retribución
En esta crisis cafetera, nuevamente ocasionada por las
malas políticas para el agro y las
imposiciones de los nuevos Tratados de comercio la pregunta del millón entonces es ¿si el Estado nacional o
departamental cuenta con medidas reales o programas sin carreta, de apoyo para estos campesinos pobres? ¿Por
qué las Federaciones que agrupan a estos productores no permitido ni impulsado
la creación de Comités Municipales u otro tipo de organización que trabaje al
lado de estos productores pobres? y finalmente ¿si no es ahora cuando?
La producción de café en nuestro medio, al igual que en
país, ha sido abandonada, explotada y relegada por falta de políticas estatales
apropiadas y necesarias para impulsar y fortalecer uno de los sectores que
mueven la economía nacional. Situación que no sólo afecta a las y los cafeteros
en Colombia sino que se ha profundizado también con productores de arroz, de
soya, de algodón y de maíz desde que se implementaron los tratados comerciales
TLCs.