jueves, 9 de septiembre de 2010

Jugando con la riqueza que tenemos

Jugando con la riqueza que tenemos
Emilio Garcia Gutierrez
Enero 6 de 2010
Colombia, con apenas el 0,7% de la superficie total del planeta, alberga aproximadamente el 15% de las especies de fauna y flora conocidas en el mundo, por lo cual es reconocida como uno de los siete países mega diversos (Juan Mayr, noviembre de 2009 . En aves y anfibios ocupamos el primer lugar a nivel mundial; somos segundos en plantas; terceros en reptiles y quintos en mamíferos. Sin lugar a dudas somos un país privilegiado en el campo de la biodiversidad. No olvidar que después de la Amazonia somos la Región con mayor biodiversidad (¿y…?)
El biocomercio ha sido definido por la Organización de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad) como aquellas actividades de recolección, producción, transformación y comercialización de bienes y servicios derivados de la biodiversidad nativa, generados con criterios de sostenibilidad ambiental, social y económica. Además, el biocomercio parte de un marco conceptual compuesto por principios tales como la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados del uso de la biodiversidad, la eficiencia económica, el cumplimiento de
la legislación nacional, tratados, convenios y acuerdos internacionales, respeto a los derechos de los actores involucrados y la claridad sobre la tenencia de la tierra, el uso y acceso a los recursos naturales. Es decir, un modelo de desarrollo que el país empieza a pedir a gritos.

Desde un punto de vista económico, el Centro de Comercio Internacional de la Unctad y la Organización Mundial del Comercio estiman que el valor de la producción mundial de ingredientes naturales para la elaboración de cosméticos es de US$980.000 millones, de los cuales un 55% son obtenidos de países en vías de desarrollo y, en el campo del ecoturismo, un importante nicho dentro de la industria del turismo, se generan US$260.000 millones al año.

En Colombia hay 1.814 iniciativas identificadas en un estudio del Instituto Alexander von Humboldt en 2007 sobre tendencias del biocomercio en Colombia, de las cuales 558 se refieren a proyectos y 1.256 a empresas, las cuales trabajan en cuatro categorías del biocomercio sostenible: procesos agropecuarios sostenibles, productos no maderables del bosque, ecoturismo y productos maderables. El 70% de las iniciativas identificadas están en la zona andina (preguntando ¿y cuántas en el Meta?)
Las cifras del biocomercio son sorprendentes. En 2006, el mercado mundial de productos para el biocomercio fue de US$210.380 millones, en los cuales Colombia solo participó con un 0,05%, cifra ridícula comparada con el potencial que tenemos. Dentro de los principales productos que exportamos están las plantas medicinales y aromáticas; peces ornamentales y mariposas; aceites vegetales, grasas, ceras y resinas y colorantes producidos a partir de productos de nuestros bosques, en tanto que para los mercados locales se producen heliconias
y follajes, mermeladas y pulpa de frutas tropicales y ajíes, entre otros productos .
En su gran mayoría se trata de incipientes microempresas de pequeños productores en zonas remotas. El mercado mundial de productos orgánicos crece exponencialmente: en 2004 las ventas fueron de US$27.000 millones, y para 2007 habían alcanzado los US$40.000 millones. Algo similar pasa con el ecoturismo, (que continua aquí en palabras, palabras) cuyo mercado global es de US$514.000 millones. La tendencia de los mercados mundiales es hacia una mayor demanda de productos naturales. Así se observa en las industrias de alimentos, farmacéuticos y cosméticos.
Apostarle a la biodiversidad como un producto de clase mundial cumple con dos propósitos fundamentales: generar riqueza y aclimatar la paz de manera equitativa y sostenible, tomando en cuenta que las principales reservas naturales de nuestro país y aquí en el Meta están en manos de campesinos e indígenas, clases marginadas que hoy viven en medio de los rigores del conflicto, el narcotráfico, las bandas emergentes y el desplazamiento; y, de otro lado, poner el énfasis en la conservación y uso ético y sostenible de la biodiversidad, lo que permitirá garantizar los servicios ambientales de los que depende nuestro desarrollo: agua, aire, suelos fértiles para nuestra seguridad alimentaria, mitigar el cambio climático, etc. A esto se suma el evitar continuos desastres naturales y numerosas pérdidas económicas y de vidas.
Sin carretas y con decisión el departamento del Meta debe beneficiarse de este potencial que nos diferencia de las demás regiones y departamentos, y para esto qué mejor que aprovechar la celebración del Año Internacional de la Biodiversidad en 2010, para convertir este valor estratégico en un gran propósito local, departamental y nacional. ¿Cuando empezamos?


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